LA CONVIVENCIA Y EL PROGRAMA DE BILINGÜISMO. Nº 5 Ciclo de artículos breves sobre acoso escolar en apoyo del IES Ciudad de Jaén


Pedro Mª Uruñuela Nájera 
Presidente honorífico de Convives.


Uno de los puntos clave a la hora de tomar decisiones o de implantar determinados programas es valorar las consecuencias que se derivan de ellos. No es suficiente con analizar la justificación de dicho programa, la adecuación de los objetivos o el interés social de los mismos. Es preciso también considerar las consecuencias, previstas o imprevistas, a las que lleva la decisión de implantar dicho programa. 

En este sentido, nadie cuestiona la oportunidad y necesidad de trabajar para que todos los alumnos y alumnas terminen su educación obligatoria dominando en la práctica otro idioma extranjero. Es necesario introducir cambios importantes en la metodología y enfoque de la enseñanza de otros idiomas y es urgente abordarlos lo antes posible. 

Tampoco queremos analizar otros problemas que han surgido en el proceso de implantación del bilingüismo: si realmente se trata de un programa bilingüe o es sólo la impartición de unas materias en inglés; si su implantación está suponiendo una disminución en el dominio de los conocimientos propios de las materias de Conocimiento del Medio (o Ciencias Naturales y Ciencias sociales, en la terminología de lo LOMCE); la falta de evaluación del programa tras tantos años de desarrollo… Nos interesa únicamente estudiar las consecuencias que para la convivencia y el clima de centro puede tener este programa. Lo primero que hay que destacar es que el programa de bilingüismo, al menos tal y como está desarrollándose en la Comunidad de Madrid, es un programa al que no tienen acceso todos los alumnos y alumnas de Secundaria. Cuando pasan de Primaria al Instituto, se encuentran con una doble oferta, la sección bilingüe y el centro bilingüe, y, en función de su nivel de conocimientos del idioma, irán a una u otra modalidad de bilingüismo. Por supuesto, aquellos que no provengan de un colegio bilingüe y que no demuestren un suficiente dominio del idioma, quedarán en los grupos no bilingües, con la oferta educativa existente antes del bilingüismo. 

El programa de bilingüismo es por tanto un programa que selecciona y discrimina a los alumnos y alumnas en función de sus capacidades y conocimientos y que, probablemente sin buscarlo intencionalmente, jerarquiza los grupos de alumnado en mejores y peores. Es habitual, si se visita estos centros, que los propios alumnos no bilingües manifiesten que ellos son “los alumnos malos”, que “los buenos” están en los grupos bilingües. Igualmente, a la hora de la escolarización, los padres y madres quieren que sus hijos e hijas entren en los grupos buenos, que sean educados con los mejores alumnos, que no se queden en los grupos no bilingües, ya que éstos ofrecen un menor nivel de calidad. 

El programa de bilingüismo, al ser un programa al que, por definición, no tienen acceso todos los alumnos y alumnas, es un programa discriminatorio, seleccionador y excluyente. Jerarquiza y clasifica al alumnado y establece un ranking interno en el propio centro. Las consecuencias para la convivencia en el centro son más que evidentes. 

Desde siempre se ha afirmado que uno de los planteamientos que más contribuyen a la prevención de la violencia entre iguales y al desarrollo de la convivencia en positivo en los centros educativos es trabajar la inclusividad, hacer una escuela en la que quepan todos y todas. La correcta atención a la diversidad previene los conflictos y la violencia, mientras que la exclusión y la discriminación contribuyen a la aparición de la frustración en determinados alumnos y alumnas. Tras la frustración es normal que aparezcan sentimientos de rechazo, de aburrimiento, de malestar, de deseo de venganza, que pueden llevar directamente a la violencia física, psicológica o social. 

La jerarquización del alumnado a través de su pertenencia a grupos bilingües estimula la competitividad, el deseo de llegar lo más arriba posible sin que importe mucho cómo se consiga y a costa de quién se logre. La competitividad es un tipo de relación entre el alumnado que se inscribe en el modelo de dominio-sumisión y que lleva a soluciones basadas en ganar-perder, en las que siempre habrá personas o grupos que queden fuera. Y, en esas condiciones, no se favorece un clima de cooperación, de ayuda a quien más lo necesita, de búsqueda del éxito de todo el alumnado. 

Con estos planteamientos excluyentes se crean las condiciones para un modelo de relación basado en la violencia, no en los derechos de todos y de todas. Decía Galtung que se da una situación de violencia siempre que una persona no puede desarrollar al máximo sus potencialidades. El programa actual de bilingüismo, que niega el acceso al mismo a un número importante de alumnos y alumnas, es un claro ejemplo de violencia estructural, que contribuye a la permanencia de un tipo de relaciones muy alejadas del ideal de convivencia positiva. Desde luego, no hay relación directa entre este planteamiento de violencia estructural y determinados sucesos que pueden tener lugar en un centro educativo. Pero el clima creado, las condiciones ambientales y el tipo de relaciones están marcados por esta violencia estructural y es normal que aparezcan problemas y situaciones de violencia. 

Trabajar para que todo el alumnado domine en la práctica otro idioma extranjero, SÍ. Hacerlo en las condiciones del actual programa bilingüe de Madrid, rotundamente, NO.

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